viernes, 21 de septiembre de 2012

Entre el odio y el deseo

          Se despertó exhausto y excitado, tenía una fuerte erección.Había vuelto a soñar con ella,la volvía a tener entre sus brazos, casi la estaba obligando a besarle y ella respondía a sus caricias. Era absurdo, no sucedería nunca, ¿por qué en sus sueños la deseaba de aquella manera tan imperiosa? y sin embargo en el día a día... 
         No soportaba su forma de hablar, su intensa mirada. Para él solo era una arpía, una víbora que debía tener lejos. Por el contrario, en sus sueños, podía llegar a respirar su envenenado aroma, sentir su gélida y suave piel, su viperina mirada azul. Se increpaba así mismo solo por pensar en ella de esa forma.
Ahora ya despierto, la brisa de la noche acariciaba su cuerpo desnudo,  la cortina se movía ondulada por el aire, pero él se estaba asfixiando por el deseo.

Conscientemente empezó a tocarse, sí, se masturbaba pensando en ella,en su curvilíneo cuerpo, en esos diabólicos labios, la mano subía y bajaba por su longitud. Dios, como la odiaba. 
No quería desear a esta mujer, no quería besar esos  dulces labios, no quería tener imágenes de cómo la penetraba. Una lágrima brotó de su pene. Su respiración cada vez era más agitada, su fibroso pecho subía y bajaba al ritmo de su excitación. Las imágenes se sucedían en su cabeza. Le había bajado las bragas, se inclinaba contra la mesa, la agarraba del pelo y desde atrás veía su endemoniado culo, tan perfecto…
Se imaginó jodiéndola, penetrando duro y profundamente su humedad. A ella cayéndole una lágrima, presa de la excitación y de la rabia que le provocaba dejarse acariciar por él. El orgullo de ella estaba mancillado y eso le excitaba más. Se masturbaba cada vez más rápido, las imágenes seguían llegando a su mente. De pronto el orgasmo le recorrió el cuerpo, se convulsionó de placer, y apretó la sábana  en un puño. No sabía el motivo, pero seguía sintiendo una especie de vacío. Esto no había sido suficiente, no había logrado saciarse.  

Se había quedado tarde en el trabajo. No podía ver el exterior desde su despacho, tenía las cortinas bajadas, supuso que apenas habría nadie trabajando a esas horas. Apagó el ordenador, había llegado el momento de irse a casa. De pronto entró en su despacho, ni siquiera llamó a la puerta. «Arrogante» pensó furioso. Allí estaba ella, orgullosa y perfecta, con su falda negra de engreída ejecutiva, la blusa escotada, lo justo para que pudiera desear tocar sus pechos.
—¿Has terminado el archivo que te mandé? Tiene que estar para mañana  —él se apoyo en la mesa y se cruzó de brazos. La miró con desdén.
—Primero, se dice "Hola". Lo segundo, se llama a la puerta antes de entrar —ella le miró furiosa—. Y lo tercero, no, no he terminado el archivo, falta que nos indiquen unos datos el departamento financiero. Si hubieras comprobado tu email lo habrías visto —clavó su mirada en ella, victorioso por dejar ver su ineficacia.
—Deberías haber comprobado que te lo acaban de enviar —escupió las palabras y le clavó  una mirada que denotaba superioridad. Él sabía que el sentimiento de odio era mutuo.
—Lo comprobaré en casa y lo terminaré allí —sentenció.
—Te advierto que tiene que estar terminado mañana.
—¿Me adviertes? —le dijo con la voz ronca y apenas en un susurro. Dio un paso hacia ella. La vio estremecerse por su mirada, oscura y felina.
—Si mañana no está listo, tendremos un problema —continuó. Él dio otro paso hacia ella y ésta retrocedió. La estaba arrinconando contra  la otra mesa.
—¿Tendremos? —dijo levantando una ceja—. No cariño, creo que el problema lo tendrás tú.
Estaban muy juntos, ella no podía salir, se encontraba atrapada contra el escritorio. Le miraba furiosa y a la vez excitada. Podía oler su aroma, flotaba alrededor suyo, le estaba poniendo duro como en su sueño. Su pene presionó dolorosamente contra sus pantalones. No sabía porque se estaba acercando a ella, pero quería besarla, tenerla y a la vez ponerla furiosa, humillarla.
—No me llames cariño —protestó cada vez más irritada.
         —¿Y si no qué?
        —No te gustaría averiguarlo —le amenazó. Le miró altiva y orgullosa
       —Prueba…cariño… —la retó. Ella levantó una mano para darle una bofetada. La mirada de él se endureció.
       —Inténtalo—clavó los ojos en ella, amenazante, duro e intensamente masculino.

El ambiente se cargó de tensión sexual, unida por la química que nacía entre ellos, deseo y odio. Una fuerte atracción creció como una ola gigante y arrasó a ambos. Él la cogió del cuello y bruscamente la acercó a su boca, solo les separaba unos milímetros, estaban jadeando, cada pulgada del cuerpo de ella estaba en contacto con el suyo. La pasión y la rabia  fluían  entre ambos.
         —No te atrev…mmmm —antes que ella pudiera terminar la frase, él la arrebató un beso.  
    Intentó forcejar, escaparse de él, pero la tenía atrapada. La resistencia que ella se empeñaba en ejercer hacía que aumentara la excitación de él. Se estaba abandonando a su beso, empezaba a responder a su furiosa acometida. Abrió los labios para poder meter la lengua, saboreó su boca. Su lengua se zambulló dentro, se entrelazaron, echaban un  pulso para ver quien era el ganador. Sus labios eran gruesos y calientes, una intensa y placentera agonía lo invadió.
            Se separó de ella y le dio la vuelta. Metió la mano entre su blusa, alcanzando esos pechos con los que había soñado, eran más calidos y grandes que en su imaginación, su pene iba a reventar. Quería destrozarle las bragas y poseerla en la mesa. Le mordió el cuello a la vez que le arrancaba los botones de la camisa. Vio el sujetador de encaje negro, del que sobresalían sus senos. 
—Quítate las bragas — la ordenó.
—No… —dijo ella entre jadeos.
—Quítate las bragas o lo haré yo —la amenazó con voz dura y dominante.
La vio dudar por un momento, pero poco a poco se levantó la falda y se las bajó. Se iba a colocar de nuevo la falda y el le paró.
—No, déjala así  —ordenó de forma autoritaria.
Le desgarró los botones de la camisa y se la quitó.Le desabrochó el sujetador. Sus pechos quedaron libres y él empezó a soltarse  el cinturón, tenía que liberar su dolorida erección, sus pantalones se quedaron en el suelo y se bajó los calzoncillos. Ella sentía su alto y masculino cuerpo detrás de la espalda, la increíble erección apuntando a su culo  y la mesa al otro lado. Le lamió la oreja, mientras bajaba las manos hacía su vagina. Llegó hasta su clítoris y lo tocó enérgicamente, deslizó los dedos, subiendo y bajando por sus labios. Con la otra mano, acarició su pecho y pellizco el pezón con fuerza. Notó como ella tembló entre sus brazos.
—Joder, estás muy húmeda —gimió.
Estaba perdiendo el control, quería hacerla suya, pero antes quería verla sufrir, que se rindiera a él, por todas las veces que le había humillado en público, por todos los días que se había mantenido callado por sus manipulaciones. Ahora la tenía en su despacho, abierta para él. Ella gemía cada vez más fuerte, la quería llevar al orgasmo para luego negárselo. Dejó de acariciarla.  Bruscamente le dio la vuelta.
—Ahora vas a chupármela  —le ordenó de nuevo.
—No… ni hablar —intentaba aparentar orgullo, pero estaba demasiado excitada, quería hacerlo, los ojos se le habían oscurecido y estaban llenos de deseo. Se mordía el labio para intentar frenarse.
—Si no lo haces no te dejaré correrte. Te quedarás con las ganas, no te follaré, no meteré mi polla en ese maravilloso culo y sé que lo deseas.
—Cabrón —escupió.
            La rabia de ella se reflejaba en su mirada, pero estaba tan dispuesta que de pronto se puso de rodillas. Le miró intensamente a los ojos oscuros, observó la atractiva cara masculina. Agarró su erección, lamió su longitud, lenta y suavemente. Él echó la cabeza hacia atrás, apretó los puños intentando controlarse. Hábilmente ella se metió el glande en su boca, chupándolo y mimándolo, a la vez que con su mano derecha bajaba y subía por la base de su erección. Le lamía por fuera, pero no lo metía en la boca.
            —Métetela  —dijo jadeando.
      Ella estaba disfrutando, sabía que ahora tenia el control de la situación, le estaba excitando como nunca, se vengaba de él, le atormentaba. La agarró del pelo, forzándola a que le tomará. Ella obedeció y  se metió el pene en la boca, un escalofrío le atravesó el cuerpo. Con total destreza empezó a succionar, meterlo y sacarlo de su boca. Cuando lo tenía casi en la garganta ella tragó, mostrando su habilidad. Él soltó un gemido y notó como empezaba a sentir la fuerza del clímax, antes de que se pudiera correr, la intentó apartar, pero no se dejaba, la agarró del pelo desde la nuca  y logró separarla. Ella le miraba desafiante, sabía que había controlado la situación y era él el que la estaba perdiendo.
La levantó, le dio la vuelta, y la inclinó en la mesa. La cara se apoyaba en la mesa, su trasero estaba totalmente dispuesto a él, tenía el sexo depilado y listo. Joder, era preciosa, mucho más que en sus sueños.
—No tienes el control nena, ni lo sueñes. Ahora te voy a follar, algo que no pensé que deseara tanto —confesó.
—Ni yo... —reconoció ella con la respiración entrecortada.


Agarró su erección y la puso en la húmeda entrada, sin previo aviso, la envistió, duro y violento. Ella soltó un gemido de placer. Sentía la suavidad resbalando por su pene, estrecho y dispuesto para él. La deseaba más de lo que había imaginado, la ansiaba más de lo que quería admitir. Ella estaba ganando. No, quería más, mucho más, necesitaba dominarla. Se inclinó hacia ella y de forma suave y letal le susurró en el oído:
—Voy a joder tu culo.
—Ni lo sueñes, cabrón —intentó luchar, zafarse.
Él lo sacó de de la húmeda entrada y empezó lentamente a presionar la entrada de su trasero, muy poco a poco.
—¿Te han dado por aquí alguna vez? Espero ser el primero, y que nunca me olvides —su voz era ronca por la necesidad.
—Para —dijo con la voz entrecortada.
—¿Estás segura? Pídemelo, dime que pare y lo haré — ella se calló. Su pene abría cada vez más su estrecho y oscuro agujero, llenándola por completo. Comenzó a acariciarle la espalda.
—Te odio —soltó furiosa. 
Odiaba su piel bronceada, sus masculinos y perfectos labios, el picante olor de su piel. Todo lo que le hacía sentir. Pero quería más… Él la  metió más y más profundo. La estaba matando.
—Empuja hacia atrás, tómame —ella obedeció.
Con cada pequeño envite ella se abría más. Le masajeó el clítoris. Metió la dura lonquitud dentro y fuera del canal, ya estaba estirada para él. Sus embestidas se fueron haciendo más salvajes, potentes y certeras. Ambos jadeaban, toda la rabia acumulada, toda la tensión de ambos se estaba reflejando en esa unión.
Nunca había sentido algo así, el perfume de ella se le impregnaba en sus poros. Ardía cada vez más, los comienzos del clima revoloteaban en su interior, acercándose. Presionó su clítoris y de pronto ella gritó el orgasmo, arañó la mesa con las manos, al escucharla, se corrió larga y duramente, las oleadas de placer le golpearon. Se habían quedado exhaustos, jadeantes y extasiados.
Le dio la vuelta y se miraron. No sabían que decir, era como si la rabia se hubiera evaporado. Por primera vez, vio vulnerabilidad en su femenina mirada. El pelo caía por su cara y él se lo metió suavemente detrás de la oreja.
Definitivamente, estaba jodido… jodido por ella.
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12 comentarios:

  1. Impresionante relato. Creo que te conozco muy bien de tantos años ya, y luego veo que me queda mucho más por descubrir. Estoy súper orgulloso de tí y además, creo en tu talento al 100%. Te admiro y siempre seré tu fan nº1 en todos los aspectos.

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  2. Ayyyy, bien sabes tú, que si no fuera por tí no estaría hecho este blog ni la mitad de la novela que llevo. Ha sido por tu ánimo y apoyo, el que me ha ayudado a dar este paso. Tú si que eres mi fan nº1 y el 3030 jeje.

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  3. wowww, y doble wowww.
    No me digas como te encontre por la blogosfera, creo q por el blog de Noelia Amarillo y tu comentario en èl, vine a dar una vueltita y conocer a la que igual que yo,absorve,admira y lee todo de esta gran escritora, y navegando por tu blog di con este relato....Soy una adicta al genero eròtico y tu encuadrastes perfectamente en este pequeño relato, toda la sensualidad y misterio q podemos encontrar en èl.

    Me veras mas a menudo por aqui,si puedo comentando a la vez que voy leyendo lo q cuelgues,ya que si sigues asi,me tendras como una seguidora de tus letras.

    Un bs

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  4. Hola guapa, que ilusión me ha hecho tu comentario jajaja. La verdad que me encanta Noelia Amarillo, soy una gran admiradora de ella. A mi también me gusta mucho el género erótico, como habrás comprobado...
    Supongo que si eres adicta como yo, te habrás leido algo de Shayla Black, otra escritora de la que soy fan, si no es así te la recomiendo ;-)
    Encantada de tenerte por aquí y espero seguir así para que vuelvas a leerme.

    Un besote y gracias

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    1. Si, de Shayla Black me he leido todo lo que tiene, de Lora Leigh( la conoces?) de Sarah McCarty.....

      No tienes el gadget de seguidora,asi que te voy aponer en marcadores y seguirte por ahi,si?

      Un bs

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  5. ¡¡Lora Leigh!! sí, me gustan mucho las dos. Sarah McCarty tengo pensado leerme algo de ella pero todavía no lo he hecho, devoré muchos libros de Shayla y Lora jejeje. Acabo de crear el gadget de seguidores, la verdad que estoy aprendiendo cosas del blog y no lo había ni puesto. Poco a poco lo iré mejorando. ¡Muchas gracias!

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  6. Hola!!! Yo no habia leido nunca este genero!!! Pero despues de leer tu relato, me iniciaré y seguiré tus recomendaciones!!!! Me ha encantado tu historia, q tensión :-))!!! Enhorabuena, sigue así q llegarás lejos y yo seré tu fan número 2 :-)!!!! Un beso

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  7. Jajaja, muchas gracias. Espero que tengas razón, es bueno saber que al menos tengo varias fans :-P

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  8. Amiga, un relato muy bueno, intenso... reflejabas todos los sentimientos, desde la rabia, el odio, el deseo... ufff toda la tensión se palpitaba.

    Felicidades guapa, me encantó!

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  9. Gracias Elizabeth, me encanta saber que te ha gustado, sobre todo después de leer tus relatos eróticos, que son la leche :-)

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